El dogo de Burdeos es dentro de las razas clásicas de molosos una de las más espectaculares, su imponente figura no pasa desapercibida en los shows de belleza y todos los aficionados la identifican al instante, sin embargo es poca la gente que conoce su verdadera historia.
En los libros y publicaciones más comerciales a menudo se despacha el capítulo dedicado a glosar el origen de esta casta con unas breves, inexactas y cuasi míticas referencias al mastín del Tíbet, al canis pugnax romano y, en el mejor de los casos, a los alanos medievales – el ''alan vaultre'' entre otros. Sin embargo, más allá de los tópicos difícilmente verificables tenemos al alcance de la mano, a través de crónicas contemporáneas, la apasionante aventura que en la segunda mitad del XIX devino en la estandarización y consecuente creación de una nueva raza: el dogo de Burdeos.
En los libros y publicaciones más comerciales a menudo se despacha el capítulo dedicado a glosar el origen de esta casta con unas breves, inexactas y cuasi míticas referencias al mastín del Tíbet, al canis pugnax romano y, en el mejor de los casos, a los alanos medievales – el ''alan vaultre'' entre otros. Sin embargo, más allá de los tópicos difícilmente verificables tenemos al alcance de la mano, a través de crónicas contemporáneas, la apasionante aventura que en la segunda mitad del XIX devino en la estandarización y consecuente creación de una nueva raza: el dogo de Burdeos.